217. Por ser escritor

Sentado en la cubierta delantera del Americo Vespucci, Julio Ramón mira el horizonte y se comporta sereno, sobrio y elegante, como el Atlántico de los últimos días de viaje. De repente aprieta la frente para ver algo de tierra. Es Barcelona, después de veinte días de navegación. Llega el 14 de noviembre de 1952.

Al otro lado del océano queda Lima, su ciudad natal donde se tituló en letras y derecho. Donde escribió "La vida gris", ese primer cuento, publicado hace tres años en el Correo Bolivariano. Fueron años potentes, entre una generación chola de escritores jóvenes. Todos enfocados en narrar lo real, objetivo y urbano. Todos leyendo con suprema astucia a Faulkner, Joyce y Kafka.

Y de esos años muchos textos apenas germinan en su cerebro. Lo clave de su narrativa se reconoce. El retrato de la Lima de los años cuarenta con la migración campo-ciudad de fondo. La expresión desde lo fragmentario. Cuentos, diarios personales y reflexiones ingeniosas.

A inicios de 1953 Julio pasa a Madrid para estudiar en la Complutense una beca de periodismo que ganó en Lima. Pero allí los estudios son lentos. Se vuelve urgente la promesa que diseña para sí mismo. Debe dedicarse de frente a la escritura literaria y para eso necesita estar cerca de la generación de escritores jóvenes.

No duda en renunciar a la beca y sabrá que fue la mejor decisión para su obra. Aunque depare una vida kafkiana de trabajar duro, en lo que sea, para supervivir materialmente, y escribir en los ratos que sobran.

Así en pleno 1953 tiene arrendado un cuarto en el Barrio Latino en París. Tiene la promesa de escribir una tesis sobre literatura francesa en la Sorbona. De esos años surgen las gallinas sin plumas. El asunto de los recolectores, el cerdo, los basureros urbanos.






Comentarios