184. El técnico del servicio de televisión (I/II)


La mudanza a la nueva casa fue un trato hecho, y ya tenían las llaves. El siguiente paso era pactar con el señor del camión y contactar a los del servicio de la televisión para hacer el traslado. Resultó que este último solo podría hacerse ya, o sea un día antes de la mudanza, o se tendrían que esperar en la nueva casa una semana sin televisión. 

El papá de G. entonces lo llamó de improviso, le dijo que cogiera las llaves de la nueva casa y montara en un taxi los dos televisores y la antena satelital, que consistía en una barra y un platón gigante.

Ambos televisores eran unas aparatosas cajas de culata larga que, en los asientos del automóvil, encajaron apretadas, ocupando el espacio entre los espaldares delanteros y traseros. G. los montó sin ayuda, un poco esforzado, preocupado por no tardar y acumular el tráfico detrás del taxi. Se montó de copiloto y salieron del barrio hacia la avenida O. y tornaron hacia el sur de la ciudad hasta volver a insertarse en un barrio de calles más estrechas y concurridas.

Antes de frenar en la acera de su nueva casa G., supo, al ver una moto parqueada con rollos de cable de parabólica amarrados en la parte trasera, que el técnico encargado de hacer la instalación había llegado. Se bajó afanado para descargar los televisores y el técnico, sin pensárselo, se acercó para ayudarle a bajarlos y a subirlos a la casa en el segundo piso. 

Cuando estuvieron dentro, el técnico le estiró la mano para presentársele. Era un hombre de a lo sumo 40 años, de piel bronceada y manos musculosas con venas brotadas. G, lo saludó de apretón. Luego el técnico se volteó y muy callado empezó a preparar sus herramientas e implementos.

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