176. El accidente de los huevos (I/III)

Por el nuevo virus que amenaza a la población mundial, cambiaron las dinámicas de trabajo más inmediatas. Para los comerciantes el cambio de producto y de plaza donde vender fue imperante. H. así debió buscar algo que se acomodara a casi cualquier necesidad y persona, además un lugar ni muy central ni muy periférico donde el fluido de ventas saliera rentable y no hubiera competencia que opacara un nuevo negocio.

Se acomodó al fin en ofrecer huevos por canastas y con establecerse en una vía arteria dentro de un viejo barrio de residencias familiares que era paso obligatorio hacia nuevos barrios de numerosos edificios. Se instaló H. en una bifurcación que, a los lados partía hacia conjuntos de viejas urbanizaciones y continuando derecho subía una loma que era parte del camino que se internándose por las sucesivas etapas de torres residenciales construidas por el filo de la montaña.

El primer día se acomodó al lado del carril que sube al lado de un policía acostado. Parqueó el viejo Mazda en un extremo. Allí instaló unas mesitas en las que pegó entre las patas unas cartulinas fosforescentes anunciando con letras negras y gruesas el nombre del producto y el precio. La venta estuvo movida. La gente aprovechaba, los vecinos más cercanos se ahorraban el camino hasta la tienda y los vehículos que pasaban recordaban o lograban una vez adquirir su provisión de huevos.

La única incomodidad fue que el sol daba directo y fuerte hasta las tres de la tarde, lo que la piel le ponía chirriante y podría podrir los huevos con mucha antelación. Por todo, para hoy H. pensó pequeños cambios: llamó un asistente y se apropiaron en la mañana del lado al frente por carril que baja de la loma. A este lado los árboles protegen del sol.

(Sigue...)


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