168. De cómo pasaron la cuarentena (I/II)

Al principio de la cuarentena todo mundo pensó que era mejor hacer las paces con el interior de sus hogares y dejar la mente allí dentro buscando comunión con ese espacio inevitable para los días siguientes. Pero a pocos días se dieron cuenta de que valía más la pena proyectar el exterior en el interior. 

Empezaron entonces por pegar papeles pintados e impresos de cualquier representación geográficas, tanto las recién imaginadas como las desempolvadas de cajones y arrancadas de libros, unas más científicas, otras fantasiosas. Algunos se animaron interviniéndolas o simplemente viéndolas, absortos durante horas. 

Con el tiempo, les era más fácil ubicarse en cada mapa de las paredes y como acto seguido, reconocer su entorno más inmediato, avanzando cada día en espiral hacia afuera. Pongamos un stiker en el lugar donde estamos, le dijo un cohabitante al otro, y desde ahí empezaron los mundos dentro de casa. 

Fue paradigmático en la consciencia espacial, adquirida poco a poco, que conociéndose las regiones según su fauna y flora, o según los imaginarios y jurisdiccionales, viendo las poblaciones vecinas, llegara todo mundo a tan alta abstracción, desarrollando cierta sensibilidad por las otras maneras de vida. También pudieron imaginar que, al otro lado de muchas más paredes confinantes, también había preocupaciones de toda naturaleza. 

Las pantallas y proyecciones en las paredes de los hogares optaban ahora más por mapas en vivo, donde los índices de contaminación de las metrópolis florecían hacia colores cada vez más frescos. A veces asistieron en la TV el paso continental de incendios forestales o rutas calóricas de vientos. También exploraron mapas que indicaban regiones con lenguas en peligro de extinción, o urbanizaciones que dejaron de existir hace años. 

Solo hasta entonces las gentes no pudieron concentrarse en el exterior, por donde se edifican las residencias de su confinamiento... (Sigue)



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