112. Porque la vida no es solo recibir, es antes de nada dar algo de lo que tenemos (Doña N. - Parte II)

Todas las mañanas no falta quien que visite a doña N. Siempre llega alguna persona diferente, familiar, amigo, o desconocido, quien debe elegir entre jugo, agua o mazamorra. Entre los desconocidos figuran los travestis desmaquillados que pasan antes de mediodía, los limosneros, los funcionarios que barren, cortan los árboles y césped, o reparan el alcantarillado... un grupo bastante grande.

Este grupo se ha delimitado con el tiempo a fuerza de lidias. Porque la jungla de cemento es así, se asoma también a tu casa, hay que defenderse, y N. lo sabe hacer inclusive irradiando experiencia. Muchos solían recibir algo de ella y no tardaron más de una semana para demostrar la conchudez y pretender el brazo de la mano que recibían cada día.

Pese a que algunos seres tuvieron que despegar del parche de N., el grupo de beneficiados crece sin problema. Por ejemplo, ahora viene la gallina Josefina, que cruza desde el frente una calle bastante concurrida, para beber agua y comer las migajas de parva vieja que N. le tira. Algunos otros animales han recibido las atenciones y amores de N., como los gatos de los vecinos que hace poco se mudaron. Se los dejaban al cuidado hasta semanas enteras, ella los dejaba salir al antejardín y a los animalitos se les veía más dichosos que nunca en sus vidas.

Un día Maggie empezó con esos ladridos que celebran el regreso de alguien a casa, y como no entró nadie, pensé que ladraba por otras razones. Poco después bajé para la tienda. Saliendo miré por la ventana de la sala de N. Allí estaba mi mamá bien sentada a la mesa, comiendo con bastante dedicación, conversando con N… mamá ahí sentada recibiendo un cariño de la misma calidad del que nos da a mí y a mis hermanos.

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