Una tarde de 1915, Daniel Cosio regresó con su familia a Ciudad de México. Tenía dieciséis años.
En la plaza, miró el tranvía eléctrico pasar bajo las torres coloniales de la catedral, lindar los jardines y perderse entre nuevas edificaciones.
Reparó en la gente con trajes oscuros, sombreros de paño y sombreros de paja con ala ancha y copa puntiaguda.
Su cerebro comparó los grises de la ciudad con los colores de Colima cuando montaba su caballo.
En ese contraste de escenas su alma quiso escribir.
Daniel terminó el colegio, abandonó ingeniería y fue a la escuela de leyes en 1918.
Durante esa época, escuchaba en los edificios de las facultades, cafés y tabernas noticias sobre guerras acabando o empezando por el mundo.
La idea de que obreros, campesinos y estudiantes tomaban protagonismo sin viejas dinastías entró como un empujón para escribir.
Y sus primeros relatos fueron relámpagos capturando lo más cercano.
En esos días, pidió al profesor Ureñas un consejo para ser escritor.
– Relea al poeta Juan Ramón y al novelista Azorín. Y tómeselo muy en serio –dijo Ureñas.
Daniel obedeció.
Además se fue en soledad a una finca bordeada por el río Cupatitzio.
Desde entonces sus textos maduraron y pudo reunir un libro.
Después, en su vida adulta, Daniel solo escribió libros de sociología y economía y creó masivas empresas editoriales.
Siempre actuó con la misma pasión de cuando escribía una estampa o un relato.
En la plaza, miró el tranvía eléctrico pasar bajo las torres coloniales de la catedral, lindar los jardines y perderse entre nuevas edificaciones.
Reparó en la gente con trajes oscuros, sombreros de paño y sombreros de paja con ala ancha y copa puntiaguda.
Su cerebro comparó los grises de la ciudad con los colores de Colima cuando montaba su caballo.
En ese contraste de escenas su alma quiso escribir.
Daniel terminó el colegio, abandonó ingeniería y fue a la escuela de leyes en 1918.
Durante esa época, escuchaba en los edificios de las facultades, cafés y tabernas noticias sobre guerras acabando o empezando por el mundo.
La idea de que obreros, campesinos y estudiantes tomaban protagonismo sin viejas dinastías entró como un empujón para escribir.
Y sus primeros relatos fueron relámpagos capturando lo más cercano.
En esos días, pidió al profesor Ureñas un consejo para ser escritor.
– Relea al poeta Juan Ramón y al novelista Azorín. Y tómeselo muy en serio –dijo Ureñas.
Daniel obedeció.
Además se fue en soledad a una finca bordeada por el río Cupatitzio.
Desde entonces sus textos maduraron y pudo reunir un libro.
Honor a maestros, estampa de elegancia femenina granate y negro, morado y oro. Relato de viajes. Teoría libre y cotidiana.
Fue un libro para el bolsillo, con pasta color hueso y título en forma de logo precolombino vinotinto.
En general, Daniel siempre fue profesor mientras escribía relatos.
En general, Daniel siempre fue profesor mientras escribía relatos.
Incluso cuando tenía 24 años terminó una noveleta con un protagonista inspirado en su rutina docente.
Después, en su vida adulta, Daniel solo escribió libros de sociología y economía y creó masivas empresas editoriales.
Siempre actuó con la misma pasión de cuando escribía una estampa o un relato.
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