223. Las ciudades de los túneles

La ciudad se extiende al sur, paralela al río que atraviesa el valle.


Entre fincas de recreo, el altar de la rosa mística con una virgen de Lourdes francesa, y la reciente canalización recta del río, todo busca una contundencia urbana similar a la del centro de la ciudad.

Entre guayacanes y carboneros, la carretera tomó vigor hasta convertirse en Las Vegas y la finca la Aguacatala fue loteada para gringas casas familiares.

Décadas avanzaron. Brotó el centro Monterrey y bloques en la universidad que propuso preparar los mejores administradores del país. Mientras, el metro regaba carriles alineados al río.


Aunque lo más interesante pasó bajo la tierra.


Fue común, al cavar para cimentar la zona, que la constructora de turno encontrara guacas invisibles hastaese momento por el misterio indigena, o tesoros enterrados por familias que pasaron la vida llevando y trayendo objetos entre Medellín y México DF.

Por eso la palabra guaca retintineó en la cabeza de los obreros. Les hizo jurar que toda la Aguacatala era una sola guaca. Unos huyeron de su puesto de trabajo, silenciosos con su botín multimillonario. Otros entraron de por vida en la fiebre de cavar sin método ni orden.

Hoy los túneles son incontables y sus kilómetros inmedibles. Son tan amplios que forman carreteras y ciudades enteras hasta llegar, por debajo, a otros municipios, al monte y al propio infierno.

Descendientes de guaqueros urbanos y desplazados habitan las ciudades de los túneles. La cultura del sustrato. Químicos paradisiacos, sexo consolante, canivalismo placentero y dioses de abajo. Podridas y seguras en su oscuridad.



A 6. lo persiguen. Va al río. Entra al primer túnel. Esquiva hilos de agua putrefacta y acomoda su visión a la oscuridad. Exhausto y sin luz hace horas, ya no mide el tiempo, entrando así a su dimensión.




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