213. Ritual de ejercicio

Hoy como siempre, el ritual de ejercicio empieza temprano en la tarde. Me paro de la cama, doblo los cobertores y levanto el cambuche. Voy a la cocina, agarro un huevo y una raíz de jengibre. Con la vista al techo, abro el cascarón sobre mi boca, dejo caer la clara, luego la yema y, trago entero. Después muerdo el jengibre crudo, con la cascara que es fuente de altos nutrientes. A veces empaco un pedazo de panela paro comer al terminar. Sin hacer nada más voy para el gimnasio callejero. 

El sito trata de una montaña que encima porta pequeñas casas. En el extremo, al barranco que da sobre las cuadras de casas que se quedan abajo en lo plano, está el parque circular y en él el gimnasio. Desde este punto donde están sembrados los tubos de metal, se ve al horizonte amplia la ciudad. A izquierda se ve el centro de la ciudad, un punto estallado de edificios grandes y viejos. A la derecha se ve los barrios de edificios nuevos subiendo la ladera este.

Cuando llego lo hago caminando en círculos mientras giro las extremidades. Hay alguien acompañado conversa, otros, solitarios mirando el paisaje. Todos fuman pasto y ocupan recostados las barras. Cada vez voy ampliando el perímetro de mis pasos, para apoderarme del sitio, apropiarme de los metros cuadrados por donde está la barra alta horizontal y las paralelas. Estos dos spots son los que me interesan, para mi sesión doble de tríceps más bíceps. 

Al fin empiezo mis rondas de a cuatro series de cinco tipos de ejercicios. Agarro velocidad y cada vez miro más rayado. Los que fuman se alejan. Descanso raspando mis manos en el cemento de los postes de las lámparas. Ya se ven esculpidos por el desgaste que les provoco.



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