211. Orquídeas

-¿Vas a continuar o apenas comienzas? -dice E. procurando atención para un rato, mirando altiva adentro del cuarto iluminado amarillo por una pequeña lampara y blanco por la pantalla de un computador.

-Apenas va la mitad de las fotografías -responde D., callando unos segundos antes de continuar-… Y necesito las memorias para salir mañana, bien temprano -agrega sin apenas sacar la mirada de la pantalla completa con la fotografía de una pequeña orquídea silvestre, floreciendo en una hoja más pequeña que la uña donde reposa.

-La última vez que viniste a la reserva no editabas mientras vaciabas las memorias de las cámaras -dice E. apoyada en el marco de la puerta sin atreverse a dar un paso dentro de la habitación.

-Había menos trabajo. Tú también tenías menos trabajo. Es otra temporada. Mira que esta vez todas las habitaciones se llenaron… Y mañana madrugas para los preparativos -habla
 D. sin ampliar el ángulo de la mirada. 

-Todos salen antes del amanecer y a esa hora no damos servicio de desayuno. Y mi sueño no es asunto, si estoy acá es porque nada más me interesa. Además, no hemos dejado de ser responsables en ninguna de tus otras visitas - sostiene E. al principio rosando con la mano el borde bajo del buso de algodón y al final bajando la mirada hasta la punta de sus pies.

-En este mismo momentico, ya no tenemos las mismas situaciones de antes.

-De acuerdo -dice E. yéndose y acomodando arriba el buso sobre el pecho.

La concentración en D., sobre el recuadro de cada píxel maximizado en la pantalla, mostrando la cuadrícula de superficies formando la orquídea, le tenía tan absorto que las conexiones entre ojos, neuronas y tendones de la muñeca sobrepasaban cualquier asunto exterior.

Interesado por esos microasuntos, continuará frente la pantalla.

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