207. Un recuerdo sobre transcribir

Adaptarse a los computadores fue un proceso complejo. Lo recuerdo ahora cuando una profesora en clase mencionó que su esposo fue de los primeros profesionales que empezó a implementarlos en sus actividades diarias. Ella recordó la capacitación especial de él acerca de los sistemas operativos y de cómo para ella resultó todo un enigma, incluso hasta hoy en día, en que todas sus actividades están medidas por un sistema operativo.

Esta remembranza me trajo a mente el proceso de capacitación que pasó mi papá. Como trabajaba en un centro bancario donde a poco aumentaba el uso de computadores, para no quedar atrás compró un COMPAQ robusto y se inscribió a clases de "sistemas". Estas consistían en una capacitación básica en instalación de enciclopedias, diccionarios y trabajos en hojas de cálculo y editores de texto. Para el momento, estos eran conocimientos complejos que además iban acompañados de un arduo entrenamiento físico en digitación, para ser rápido en el teclado.

Entrenarse en digitar consistía aprender primero el orden en que se esparcen los dedos para abarcar todo el teclado y segundo en ejercitarse transcribiendo unos densos libros fotocopiados. Veía a papá sentarse desde temprano a teclear y a medio día le notaba cansado. Pensaba yo que el objetivo era terminar de pasar los libros más que permitirle el entrenamiento. Por eso empecé todos los días a ofrecerme para ayudarle en los tiempos que él decidiera descansar.

Un día por fin me dejó transcribir. Hice bien las primeras líneas, pero a poco me fui perdiendo entre renglones. Algunos me los saltaba y otros los repetía. Las primeras veces no me di cuenta, pero él sí, entonces su tiempo lo gastaba remendando mis errores. En adelante, según supe luego, papá solo eliminaba mi trabajo y solo me permitía la ficción de que le ayudaba.



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