203. BodyArt

Desde 2008 me hice modificaciones corporales. Entre las más especiales están las perforaciones en vertical en cada músculo de la lengua y otra en la oreja por la entrada al oído, en lo que llaman trago. Pues estas tres fueron en BodyArt, el local de Jota ahí en San Bernardo. Llegué allá por un amigo que a poco se llenaba de perforaciones todo el cuerpo, incluso hasta en el puente entre el pulgar y el índice. 

Mi amigo era fiel al trabajo de Jota, un tipo divertido, con aire espontáneo y ánimo en cualquier palabra o movimiento. Jota, un tipo moreno de lengua y cuello ancho, carnes sueltas y atravesadas por metales de diferentes formas. Jota, un gordito ahí todo chimbita que encontraba un tipo dentro del espejo mirando con cara de conejo.

Para ese año ya escuchábamos mucho punk de la ciudad. A cada semana aumentaba las listas con conversaciones en los skateparks durante las montas de BMX y las fiestas de viernes en la noche. Nos quedábamos lo títulos o los coros grabados en medio del cansancio o las borracheras, para llegar a casa a piratear las canciones y pasarlas al reproductor musical de turno. Mientras saltábamos en las bicicletas o lodazales de pogos, interiorizábamos los ritmos energéticos y las letras que a poco nos abrían la consciencia a lo más inmediato y material de la vida. 

Volvía así cada tiempo a BodyArt. El vocal de Peste Mutantex y ProcesX, con toda calma y certeza haciendo traquear las microcapas de piel. Hace tres noches soñé que me hacía otra perforación. Recuerdo las ansias de que me cicatrizara. Pensaba en Jota, haciéndome argumentos de que él y su trabajo eran de confiar, como desde siempre. Cuando desperté encontré la noticia de que murió la misma noche de este sueño.


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