201. Carrera 73

Al noroccidente de Medellín, la carrera 73 tiene un tramo atravesando entre la calle 93 y la 99, a todo lo largo del barrio Castilla. Esta avenida es la principal entrada y salida de tráfico de los barrios que arriba y abajo se explayan por esta montaña de la ciudad.  

En un día normal en los primeros años del dos mil, y entre semana, los buses suben con gente más que todo, recogida en el centro y la terminal de transporte del norte. Estos buses son entonces modelos con motor de arranque que al impulso para abordar la loma entre la 96 y la 97, lanzan un rugido que pronostica su paso. 

Mientras suben en el primíparo y esforzado cambio de arranque y fuerza, los pasajeros alcanzan a divisar desde sus asientos el interior de la cancha, en ese momento de arena, la Maracaná. 

A causa del humo de motor, las fachadas de las casas de la 73 lucen un tul oscuro, que cae en las paredes y con la lluvia se adhiere. Dentro estas casas el polvo negro sobrevuela por los muebles, llega a las esquinas de las paredes y en medio día muestra un relieve ya notable a la mirada humana. 

Un poco más adelante, al pasar transversal por la 97, llega a una parte plana. Ahí, al bus yo lo vería desde la casa donde vivía, rugiendo aún, antes de llegar a la esquina de la 98. En esta esquina, el conductor esperaría mirando a ambos lados de la calle viéndola subir y bajar con una inclinación bastante radical. 

De entre las calles que atraviesan la 73, la 98 es la más impactante por dejar ver su lomo completo, a cualquier vista: desde abajo en el Juanes, desde arriba en la 80, desde la montaña al frente.


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