196. Canaletas


Con la canalización de las quebradas del valle de Aburrá que dan al río central, empezaba un mundo del subsuelo. Algunos trasladaron sus viviendas debajo los puentes. Otros empezaron a usar el circuito para trasladarse directo y escondido entre los barrios. 

E. junto a sus hermanos, al salir del colegio corrían la canaleta de la 65 del sector guayabal, para volver desde Campo Amor hasta Cristo Rey. Corrían a lo que los pies les diera. A ratos bajaban la velocidad para saltar de un lado al otro de la corriente de agua. Estas corridas fueron ratos agradables que marcarían en E., su vida urbana y en particular sus mejores recuerdos familiares.

Por eso, aquella vez que E. fue buscado para que contara su historia se decepcionó hasta el colmo. La desidia periodística atentó contra su memoria al relatar la historia sin gracia, exuberante de palabras denigrantes y sentenciosas. Él y sus hermanos quedaron como actores de hechos vandálicos. Con el tiempo fue tomándose más en contra esta narración del periodista, y tomándola como un atentado directo contra sus recuerdos, quiso vengarse. 

Toda ciudad tiene una cuota de manejo. Hay que pagarle por las historias que nos permite. El escenario sobre el que acontecen nuestras historias, la ciudad misma nos lo cobra en padecimientos. Ella nos envía algún andante citadino, interesado en esas historias que son de todos y de nadie, pero que son a la vez muy personales. Envía cazadores de historias que sean muy de alguien para volverlas de todo mundo.

Por esto, como resistencia E., planea hacer un video corriendo dentro de las canaletas. Y en un momento pasar desnudo por encima de la cámara para cerrar el video con el primer plano de su culo, símbolo de burla a esta ciudad y sus secuaces banalizantes de historias.

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