193. Pequeñas literaturas

Hace años me he enfocado en las montañas de la ciudad, pero vistas desde otras montañas. Al estar a la altura para mirar directo al frente, puede entenderse la dimensión de vértigo que ocasiona los ladrillos instalándose sobre el verde, trepando hacia la cima. Esta ha sido una imagen recurrente, difícil de narrar. 

Hace poco vivo los barrios planos de la ciudad e igual sus símbolos inspiran. Con el tiempo se convierte en un germen creativo para motivar la creación de pequeñas literaturas, que hablen de nuestros espacios. 

Pero la literatura se presenta como un gran paquete que solo puede pensarse de acuerdo con las nacionalidades. Incluso la piensan como algo más grande, generalizado, como literatura universal. Y se pasa por alto entonces la literatura en localidades más pequeñas. Incluso la existencia de literaturas, así en plural y diversas. 

¿Y las literaturas de los municipios, comunas, barrios, calles, parques y esquinas? 

Con esta pregunta la literatura se abocaría a entender los espacios no tan amplios y genéricos, sino más profundos y detenidos. Ahora encontraríamos a las letras cuando alzan la presencia de las dinámicas de los lugares desde sus símbolos y acontecimientos. 

Y acá también estarían las maneras en que se lee estas propias literaturas. Importaría cómo circulan los textos y cómo los vitalizan los lectores con su esforzado esmero. Interesaría la historia de su misma creación. También, en fin, cómo las localidades usan el leguaje. 

Ya Kafka ha intentado abogar por aquellas pequeñas literaturas. Hace una teoría que habla de la literatura judía y de la nación checa. En Medellín no se queda corto Elí Ramírez al hablar de las lomas de Castilla. O más reciente, blogs y revistas electrónicas muestran los azores de una zona como Carlos E. y otras algunas de más bohemios municipios del Área Metropolitana.

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