180. Una buena temporada del rojo

Más por curiosidad que por pasión a los juegos futbolísticos, empecé a ir al estadio con unos primos que nunca en su vida consciente se perdieron un partido del Independiente Medellín. Empecé a unírmeles, a ir con ellos y con la banda de Belén. Salíamos a pie horas antes del partido desde la Villa hasta llegar alrededor del estadio por el lado del centro comercial Obelisco. 


Fue una grandiosa temporada del Independiente. En la tribuna norte la fiesta era un solo clamor de euforias sucesivas que se expandían a todo el estadio. La dirección del vieja guardia Leonel Álvarez, alentaba todo con su garganta y su crespa melena se revolcaba demostrando toda la entrega al equipo. Por otro lado los jugadores daban alegrías sin pausa con los goles, pues contábamos por ejemplo con dobles y tripletas del ágil moreno Jackson. Aunque como todo no podía ser goles, nos desbocábamos en cantarle hurras a Bobadilla, ese arquero que protegiendo la valla aportó a este gran momento. 

En esta temporada yo asistía al estadio sin ser tan consciente del gran momento. Pensaba que siempre fue así de alegre. Ahora los hinchas eran más numerosos y aunados, cooperando y garantizando en lo posible para todos la boleta de ingreso. Caí en más reflexiones una noche celebrando un gol en la tribuna, cuando los gritos pasaron a ser un baile de pogo y recibí un puño en el pómulo izquierdo. Este me puso a pensar que vivíamos la celebración de unos momentos irrepetibles, y así me resultó más grato meterles el ánimo completo a las fiestas rojas. 

Esta emoción generada dentro del estadio se expandía a todas las actividades de la barra. Ese año fueron también excepcionales las fiestas del 27 de junio y los cantos fuera de Bellavista dedicados a los hinchas presos.

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