173. El vendedor de tamales

Durante la cuarentena las ventas ambulantes han aumentado, llegando a la puerta de las casas con productos fresquecitos. Son de toda naturaleza, productos y personas foráneas llegan de regiones lejanas a barrios desconocidos para ellos. Con los días van levantando clientela a partir de pujanza, perseverancia y sutileza. Mi abuela que vive en los barrios altos, donde termina el casco urbano, me ha contado fascinada de un producto que apenas llega, unos tamales bien sabrosos. 

-Si vieras -dice- como llegan hasta por aquí en las motos con el cajón de icopor atrás bien acomodado. Andan en caravana de tres motos y cuando llegan al barrio se reparten por cada una de las cuadras y más abajo saliendo hacia el otro barrio vuelven a unirse. Los vendedores son unos niñitos apenas. Tienen una cara de pueblerinos hermosas, con los ojos achinaditos y lo cachetes rosados y pecositos. Qué muchachos para trabajar y qué humildad. Pasan entre las diez y las doce del día. Llevan una ropita toda gastada del trabajo, pero se ve lo aseado que son. Tiene unas mangas en los brazos para no chicharronarsen del sol, su tapabocas bien puesto y guantes. Además, dan bolsitas de sobra, eso sí. Y llevan una bocina que va avisando cuando pasan:

-Oído pueblo -perifonea- llegaron los tamales de santa Helena, recién bajaditos del horno. Los originales. A tres mil y a cuatro mil. ¿Que qué trae un tamal de cuatro mil?. Trae papa, huevo y carne. ¿Y la masa?, la maza es más rica que la carne. Aprovechen, aprovechen que se acaban. Para el desayuno, el almuerzo o la comida. Corra, vaya cuéntele a la mamá, al hijo o al nieto. Dígales que durante la cuarentena las ventas ambulantes han aumentado, llegando a la puerta de las casas con productos fresquecitos. Son...


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