171. El vendedor de aguacates baja por la estrecha avenida

El vendedor de aguacates baja por la estrecha avenida minutos después del medio día mientras el sol pega en vertical sobre el asfalto. Mira a todos lados a ventanas de las casas. Avanza en pasos lentos y pausando sin prisa sobre las sombras de los árboles sembrados en los antejardines del andén al lado del carril bajando. Lleva casi docena de aguacates sobre una carreta arenera rojo brillante, de agarraderas y llantas oscuras de lo nuevas. 

Va con la visera de gorra agachada sobre el tabique, un tapabocas en la cumbamba y un perífono colgado en diagonal por las costillas repitiendo automáticamente un estribillo de venta. 

En una de las veces que se detiene sobre una sombra, una motociclista que sube se detiene al frente, preguntando los precios. El vendedor le responde de una vez pasando la calle con un aguacate en una mano y un cuchillo en la otra, disponiéndolo para perforar la piel café-verdosa. De inmediato el motociclista extiende la mano para recibirle y con la otra le extiende un billete que el vendedor recibe para echarse una triple bendición y despedir bendiciones. El motociclista echa el aguacate en el bolso que tenía en frente sobre el tanque de gasolina y antes de continuar hacia arriba se lo vuelve a terciar. 

El vendedor vuelve al carril que baja y se acerca a la carreta, pero de inmediato se monta al andén y se regresa hacia arriba insertándose en los antejardines. Camina con la cabeza agachada buscando algo entre la grama. Busca con calma, sin volver a mirar a los alrededores en las ventanas de las casas y mucho menos a poner cuidado a la carreta que allá abajo, abandonada sobre la avenida estrecha, exhibe unos pocos aguacates que se van oscureciendo del calor que les cae vertical encima.

Comentarios