170. Hoy decidió vestirse de payaso

Hoy decidió vestirse de payaso. Se puso un traje de colores vivos y se pintó la cara de rojo y blanco. Cuando bajó de su acera a las cálidas calles de asfalto lo sintió debajo de los grandes zapatones y tuvo la agradable sensación de sentirse payaso. Todos se paraban a mirarlo mientras caminaba. Dobló una esquina y montó sobre un ancho sendero peatonal atravesando por medio de locales comerciales. Iba con el mentón alzado, los hombros atrás con pecho salido y la mirada entre el cielo y la cabeza de los que delante venían e iban. Mientras en su mente escuchaba una melodía de mil trompetas entonando un himno de victoria. Mantenía suspendidos los brazos a los lados y cada pie lo elevaba despacio más arriba de las rodillas. Disponía todo el cuerpo hacia arriba como si en cualquier momento se fuera a elevar y meter entre las nubes. Hoy decidió vestirse de payaso y tuvo la agradable sensación de lo liviano al no pensar. Acabó la escaramuza de su mente y quedaron vacíos un rato los conductos neuronales de paredes lastimadas. Cuando empezó a improvisar una canción, sintió la facilidad de volver realidad todo aquel material sonoro tan prosaico y lo vio proyectarse en colores fosforescentes sobre las vitrinas de los locales que aparecían al paso. Viejos, niños, bandidos, desvalidos; todos lo siguieron en fila india danzando al ritmo de las trompetas que ahora hacían una cómica melodía de circo. Iban hacia el final de la avenida, donde esperaba un barranco con vista amplia sobre montañas creciendo por el terreno dirección al mar. Las montañas se veían estar rozadas en la cima por las nubes naranjas de un crepúsculo que cada vez más y más prendido alentaba a los colores de las ropas y al éxtasis del carnaval.


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