146. Tragedia urbana a través de la ventana

Desde la ventana de rejas verticales, se ve el antejardín con una acera al otro lado de su grama. Comienza a oscurecer el día.

Por la acera caminan dos mujeres, una después de otra, una niña atrás desviada hacia el jardín, y un hombre de último, con los codos quietos cargando un bebé.

2daMUJER(extendiendo el brazo):Vamos pues para el internado.

NIÑA(meneando la cabeza):¡Noo!

2daMUJER(jala a la niña del brazo):¡Ahh, bueno pues, entonces haga caso! ¡Visajosa!

Continúan caminando por el centro de la acera.

CORO:Oh, vigilante en la ventana, como en privilegio de palco, miras desde encima pasar la agresividad humana, que exhala violencia en todos sus reflejos. Infantes en familias, animales contra ancianos, enfrentamientos con menosprecio, no solo por la vida ajena sino por la propia cuando se le tiene al azar, en manos inseguras de la voluntad de los otros. ¡Miseria! Como método de supervivencia tenéis no dejar cosa alguna fuera de tu potestad, ni dejar notar que los asuntos inmediatos no están calculados, sobre tu nariz.

CORIFEO:¡Vaya mediocre referir de mundo! El horror que me da una conciencia que usa mal las palabras al nombrar lo que a su vista salta. ¡Coro desvergonzado! ¿Lo que dices equivale al momento y la acción, nos trae a escena lo trágico y macabro de la vida? No. Porque aquí la violencia se arraiga es en las capas de los músculos y ejecuta acciones sin titubeos mentales.

Por la acera avanza a medio paso un viejo en pijamas y suéter, apoyando los brazos en una mujer robusta, de uniforme de enfermería azulverdoso.

VIEJO:¡Esas verriondas hay que envenenarlas!

MUJER:¡No, no! Solo espantándolas ellas aprenden.

El viejo separa sus brazos y va trotando a pasos casi juntos, hacia las gallinas que pican las hojas de las plantas. Se agacha por piedras y lanza desviado.


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