Desde mi llegada noté al ayudante distante. En el tiempo libre se ocupaba, solitario, retirado de mi viejo amigo. Este otro, a su vez, se dedicaba a recostarse en un sofá, haciendo cara de satisfacción.
Al otro día de mi llegada, mientras trabajábamos en el campo, llegaba el calor del medio día. El horizonte se volvía un gas ascendente. Cuando mi viejo amigo nos dejó solos, el ayudante empezó a desembuchar su manera de ver la situación Se quejó de lo perdido que estaba nuestro desayuno. Me pareció un simple comentario sobre lo que va ocurriendo. Pero a poco fue aumentando sus pensamientos, hasta convertirse en quejidos.
Guardé silencio. A poco terminamos nuestro trabajo, bastante hambreados.
El día después, la labor era recolectar la madera de unos árboles recién cortados y clavar los troncos que servirían de estructura a un gallinero. Cuando mi viejo amigo terminó de indicarnos algunas cosas, se retiró. El ayudante empezó a renegar diciendo que no era esa la prioridad. A su modo de ver, todos deberíamos estar en función de lo que da dinero más pronto, para suplir nuestras necesidades, para invertir mejor en las labores que nos acababan de indicar. Decía, debíamos estar acomodando una tienda a la orilla del Tonusco para las personas que pasaban la mañana bañándose y acondicionar el cultivo de peses.
Una vez empezó a hablar, bajó el ritmo de trabajo. Quedé yo adelantando solo. Estuve siempre callado. En ese momento, hice mi trabajo con ímpetu, pero alimentando de gran desaliento las ilusiones. Luego me contó que no recibía sueldo. Vivía expectante, hace meses, como un socio, para participar de prometidos ingresos.
Sancho con su ínsula.
Terminé callado ese día de trabajo. A la noche avisé que me marchaba. Ni un peso de trabajo ni de viáticos me fue reconocido.
Al otro día de mi llegada, mientras trabajábamos en el campo, llegaba el calor del medio día. El horizonte se volvía un gas ascendente. Cuando mi viejo amigo nos dejó solos, el ayudante empezó a desembuchar su manera de ver la situación Se quejó de lo perdido que estaba nuestro desayuno. Me pareció un simple comentario sobre lo que va ocurriendo. Pero a poco fue aumentando sus pensamientos, hasta convertirse en quejidos.
Guardé silencio. A poco terminamos nuestro trabajo, bastante hambreados.
El día después, la labor era recolectar la madera de unos árboles recién cortados y clavar los troncos que servirían de estructura a un gallinero. Cuando mi viejo amigo terminó de indicarnos algunas cosas, se retiró. El ayudante empezó a renegar diciendo que no era esa la prioridad. A su modo de ver, todos deberíamos estar en función de lo que da dinero más pronto, para suplir nuestras necesidades, para invertir mejor en las labores que nos acababan de indicar. Decía, debíamos estar acomodando una tienda a la orilla del Tonusco para las personas que pasaban la mañana bañándose y acondicionar el cultivo de peses.
Una vez empezó a hablar, bajó el ritmo de trabajo. Quedé yo adelantando solo. Estuve siempre callado. En ese momento, hice mi trabajo con ímpetu, pero alimentando de gran desaliento las ilusiones. Luego me contó que no recibía sueldo. Vivía expectante, hace meses, como un socio, para participar de prometidos ingresos.
Sancho con su ínsula.
Terminé callado ese día de trabajo. A la noche avisé que me marchaba. Ni un peso de trabajo ni de viáticos me fue reconocido.
Gracias por otra publicación interesante. Si no estásatisfecho con suempleador, perotienemiedo de lasconsecuencias de decirlo en sucara, puedehacerlo de forma anónima en GoWork.com. Visítanos hoy! https://es.gowork.com/elpozo-murcia
ResponderBorrarGracias por leer!
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