129. Aparatos de la memoria familiar: el dron

El error fue desempacar el dron al lado del carro. Así cuando la policía llegó solo fue pararse al lado del carro, mirar sospechosamente hacia los edificios de enfrente y esperar a que por presión el dueño del carro, y del dron, llegara. Momentos antes descargaron la caja en el piso, para abrirla y armarlo. Una vez listo, el dron ascendió despacio y contenido hasta sobrepasar los edificios más grandes.

Era un barrio nuevo, construido en la ladera de una montaña. Desde la cámara del dron se divisaba las múltiples vidas cotidianas hacinadas en los grandes bloques.

Luego el dron se acercó al balcón de la familia que celebraba aquella noche. Su cámara capto un rato la escena. Varias personas de espaldas conversaban en sillas plásticas. Quien animaba al carbón del asador paró unos segundos a saludar. Desfilaron luego los niños, uno hizo una morisqueta y los siguientes trataron de sobrepasarla creativamente, con muecas más exageradas. Después pasaron, más pudorosos, los jóvenes. Ahí, algunos catanos entrados en tragos tiraron un paso ante el led rojo que avisaba la filmación en curso. Al fondo del viral al balcón, se veía la sala y el corredor extenderse adentro. De momento todos se dejaron venir al balcón para abrazarse en barra y sonreír frente al aparato.

Cuando llegaron los policías hacia poco guardaron el dron. Cuando se les atendió, culpaban de violar privacidades. Se defendieron con el motivo del festejo familiar. Se hablaron de licencias aéreas, se revisaron las fotografías y los videos de la familia para asegurar que no se tuviera nada que ver con otros vecinos.

Se trataba de un barrio nuevo, a donde mucha gente, cansada de la vida al interior de la ciudad, se iba a aislarse, a vivir en una protección perseverante y a defenderse de ataques imaginarios.


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