Hace varios años que he visto esos palos. Extendidos, son de más o menos cincuenta centímetros, y recogidos son tan cortos para guardar. Están hechos para colocar el celular en un extremo y hacer fotografías y videos.
Nunca les presté atención. Hasta la semana pasa que una tía dejó uno de esos palitos encima de una mesa. Ella regresó de visita, por unos días y tuvimos largas jornadas de visitas a diferentes familiares en la ciudad. En esas, me encontré aburrido frente a uno de esos palos encima del comedor. Me di a la oportunidad de sus posibilidades.
Primero exploré los ángulos diferentes desde los que podía capturar una foto y en especial de mí, con la cámara frontal. La extensión del brazo que es ese palo podía poner mis rostros en diferentes deformaciones, dependía de si lo ponía muy arriba o muy abajo. Pasé a tomar fotos desde debajo de la mesa, luego a estirar mucho el brazo por encima de mi cabeza hasta quedar en la foto yo, en una amplia y solitaria sala.
Y ahí entendí. Ese es el punto. El sentido del palito. Un ángulo amplio para meter a muchos otros en la fotografía, para no dejar por fuera ni a quien manipula el aparato.
Con ese pequeño y solitario ejercicio de exploración de la extensión del brazo hacia diferentes lados, pude entender un asunto más complejo. El asunto que es la compañía y el recuerdo. Las otras personas son un factor que motiva la existencia del palo y este es apenas uno de los muchos artefactos diseñados para crear un registro junto a los otros.
Poco a poco, compartiendo en familia pude conocer, o más bien reconocer y entender, las posibilidades de registro y tecnología enfocadas en la creación de memorias visuales, entrañables y carismáticas.
Imágen de web
Nunca les presté atención. Hasta la semana pasa que una tía dejó uno de esos palitos encima de una mesa. Ella regresó de visita, por unos días y tuvimos largas jornadas de visitas a diferentes familiares en la ciudad. En esas, me encontré aburrido frente a uno de esos palos encima del comedor. Me di a la oportunidad de sus posibilidades.
Primero exploré los ángulos diferentes desde los que podía capturar una foto y en especial de mí, con la cámara frontal. La extensión del brazo que es ese palo podía poner mis rostros en diferentes deformaciones, dependía de si lo ponía muy arriba o muy abajo. Pasé a tomar fotos desde debajo de la mesa, luego a estirar mucho el brazo por encima de mi cabeza hasta quedar en la foto yo, en una amplia y solitaria sala.
Y ahí entendí. Ese es el punto. El sentido del palito. Un ángulo amplio para meter a muchos otros en la fotografía, para no dejar por fuera ni a quien manipula el aparato.
Con ese pequeño y solitario ejercicio de exploración de la extensión del brazo hacia diferentes lados, pude entender un asunto más complejo. El asunto que es la compañía y el recuerdo. Las otras personas son un factor que motiva la existencia del palo y este es apenas uno de los muchos artefactos diseñados para crear un registro junto a los otros.
Poco a poco, compartiendo en familia pude conocer, o más bien reconocer y entender, las posibilidades de registro y tecnología enfocadas en la creación de memorias visuales, entrañables y carismáticas.
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