122. Posibilidades en un diario personal

Su diario personal fue una especie de realidad complementaria. Diríase al principio que hacía de terapeuta para él, por el ejercicio de comprensión y reflexión que permitía a su vida. Y hasta acá pasable, parecía el diario tener una personificación no más, cumplir la labor de una persona que te ayuda a estar en paz contigo, o cierto yoga. Pero el asunto fue más allá y terminó siendo el diario todo un dispositivo virtual.

Todo empezó cuando tenía ganas de calcular cómo podría irle en tales planes o proyectos. Entonces al típico registro del día que acababa fue ganando lugar la narración de toda una imaginería. En los momentos decisivos, de las situaciones que ideaba o calculaba, mostraba su real carácter, como si de vida o muerte se tratase. Y se sentía feliz con su vida virtual, imaginaria, en el texto. Parecía como un video juego de mando, donde el avatar se iba perfilando aptitudinal y de físicamente, de acuerdo con las más escondidas fantasías del jugador.

De momento en el diario se registraron muchas otras vidas, propias, pero paralelas, vidas de más, a parte de esta, material y ordinaria en que, prácticamente, solo se escribe. El diario fue lugar para ensayar posibilidades, un laboratorio, un banco de oportunidades para resarcir y ser otra versión de sí.

Ya acostumbrado a este modo de vida, de diferentes planos posibles, al diario resultó otro modo de relación con la realidad, un tercer modo de llevarlo, por decirlo así. Empezó a interesarse en sus sueños para escribirlos en el diario. Cuando ya tenía buen manejo para escribirlos, fue tan consciente, tan lúcido cuando soñaba, que los sueños resultaron otro posible momento para ejecutar los imaginarios mundos que se otorgaba en la ficción matutina. Sin embargo, en esta realidad onírica tampoco realizaba sus ideales.

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