110. En la cabaña de la quinta rama

Años después de los primeros viajes a otro planeta, fue migrando para el lado de allá todo tipo de inversión. Un día todos en este suelo despertaron sin electricidad. Sin ella, la imposibilidad de nunca más volver a utilizar ningún método conquistado durante los últimos dos siglos. De un día para otro todo fue basura. A través de los días la corteza terrestre dejó su importancia en la cotidianidad de los ciudadanos. A poco fueron desplazándose las poblaciones a históricas edificaciones, altas e invencibles frente a la fuerza de la naturaleza.

Philips y su sobrina salieron escaleras arriba para ir a conversar en la cabaña de la quinta rama del árbol que abraza al edificio. Ambos sentados y colgando las piernas en el improvisado balcón de la cabaña, miran al fondo de la ciudad el sol meterse en el horizonte que forma la franja verde de selva. Las calles oscurecen y pierden sus límites, dejan de funcionar como rutas. Andar abajo por la ciudad ahora es aventura a tientas, cada uno andando con algo de fuego improvisado.

Philips termina hablando del momento presente que viven. Para él se trata de una especie de edad oscura y cuando está refiriendo esta frase, la sobrina agrega adelantada, aburrida e irónica:

-Es una edad oscura y sin posibilidad de renacimiento.

Mientras Philips piensa que la cabaña de la quinta rama es herencia para su sobrina, a la vez no evita dejar de mirar las sombras en las fachadas al otro lado. A esa rama de enfrente se reducen los recuerdos de Philips. Allá está la choza levantada por él y sus amigos, donde vivió años mientras sus padres no estaban, lugar que ya adulto abandonó, agotado a razón de lucha contra las entonces nuevas y privilegiadas generaciones que conquistaban entonces la rama tercera.

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