102. Sobre un diario que se adelanta al día de mañana

Un diario íntimo, personal, de cuentas, de sueños... el que sea, es una práctica antes de ser no más un texto dispuesto para ser leído por su mismo autor o por un tercero. El texto no es más que una sombra de algo mucho más enigmático. El diario es una manera de asumir la existencia, de dar cadencia, de hacer registro de la carne del cuerpo pudriéndose y de la mente deteriorándose.

Un diario es retrato del día que se acaba, y es a la vez una narración en secuencia de días. A través de la cláusula del día-a-día, la cotidianidad va tomando forma y posibilidad en la escritura. Se registra el pasado cercano, las horas escapadas hace pocas horas, incluso se registra en el instante inmediato al acontecimiento de los hechos.

Pero ahora no resulta así. JP. se va adelantando, no a los hechos, su preocupación no es por lo que sucede, no. Él se adelanta simplemente a la escritura. Coge su cuaderno y anota esas formas frecuentes y necesarias, que todos los días en el diario dan apertura al registro de los hechos. Escribe las fechas de mañana, escribe “hoy sucedió que...” en la entrada para el día siguiente.

Pensando con calma en su práctica del diario, sus días se están explayando, están ansiosos por el futuro y a la vez están condicionados por el pretérito. Una doble condición que da complejidad a todo y no se sabe hasta dónde pueda determinar los hechos que cuente. Ya no solo recupera su vida pasada sino que se adelanta al día siguiente, suponiendo que en él se podrá escribir y habrá algo para referir. Se trata entonces de que JP. hace un Yo-adelantado, con un pie en el suelo del mañana.

Lo complicado resultará cuando no planee su día siguiente.

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