90. Luego van donde el hombre tendido

Un hombre sale de la canaleta del río, debajo del puente de la 4 sur. Se monta en su bicicleta, baja del andén al pavimento. Con ritmo tambaleante atraviesa una de las avenidas que van al sur. Al dar un pedalazo duro para picar la llanta delantera y subir sobre el separador, una moto le impacta detrás. El motociclista trata de mantener el equilibrio atravesando el matorral que es el separador, pero al fin cae de lado en la otra avenida al sur.

La llanta trasera de la bicicleta es un aro desviado. El rin se ha encrespado como si tratase de unir su perímetro. El hombre de la bicicleta queda tieso sobre la manga. Su cuerpo se alinea a las irregularidades de la superficie. La ropa se abulta y a través de algunos agujeros se le notan las costillas demarcadas. El cinturón de la sudadera está abajo de las rodillas, le cubre una pantaloneta ancha y mugrosa. En la cara se une el hollín con la sangre, no dejan reconocerle el rostro.

La moto es grande, para que las piernas de los pasajeros salgan de su cárcel es necesario que la levanten otros motociclistas. El conductor se pone de pie con gran ímpetu, mira a su acompañante ilesa, pero grita. Tiene el pantalón rasgado bajo las rodillas y los zapatos regados por la grama. Saca su celular, marca algo. Se sienta con él en la oreja, sin dejar de chistar ni mirar con odio. La gente que le ayudó se aleja un poco, miran de lejos al hombre tendido en la manga.

Pasan ambulancias y policías dudosos de frenar. Rato después llegan paramédicos, atienden al motociclista. Luego van donde el hombre tendido.

- ¡Llévenselo! ¡Es un gato! -gritan unos mientas otros silban-.

Otros buscan en la grama algo caído.

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