Es día de noche buena y los hijos de E. no cuentan con regalo, porque su padre no ha dicho nada sobre eso. Desde que superaron frente a sus padres el mito del niño que deposita regalos en alcobas, las navidades en que reciben regalo es porque su padre les pregunta, unas veces directa, otras indirectamente, y con bastante tiempo de antelación. Son las dos de la tarde y los tres hijos de E. en casa no cuentan, no se dejan poseer de expectativas que rondan por el barrio en la mente de otros niños y que de atender les haría tanto daño.
Dos días antes de noche buena el celular de E. registra dos llamadas perdidas de un número desconocido. A la mañana siguiente alcanza a contestar. Saluda una voz masculina y joven que E. se demora en reconocer. “Tío”, le dice la voz ayudándole a ubicar. Sobrino y tío se contextualizan en general de cómo va la vida y la actividad que desempeñan actualmente para estar económicamente. Se mienten. Pasan al tema de los tres chicos, luego a los regalos de navidad. Entran en intervalo de frases modestas. Quedan en verse a la mañana siguiente.
Es noche buena y todos acaban de cenar. Unos hijos se dejan ir por los cuartos, otros salen a la acera. Ambos padres se quedan terminando de limpiar la cocina y de reubicar objetos mal puestos por el resto de la casa. Así pasan hasta media noche cuando sin llamado todos acuden a la sala. Con tranquilidad, E. viene con los regalos. Sus hijos miran abiertos. Cada uno recibe en las manos lo que quiere y nunca pidió por escrito o a voz. E. les dice quién hizo de niño Jesús ese año.
Los niños extrañan que los aparatos vengan sin sus cajas.
Dos días antes de noche buena el celular de E. registra dos llamadas perdidas de un número desconocido. A la mañana siguiente alcanza a contestar. Saluda una voz masculina y joven que E. se demora en reconocer. “Tío”, le dice la voz ayudándole a ubicar. Sobrino y tío se contextualizan en general de cómo va la vida y la actividad que desempeñan actualmente para estar económicamente. Se mienten. Pasan al tema de los tres chicos, luego a los regalos de navidad. Entran en intervalo de frases modestas. Quedan en verse a la mañana siguiente.
Es noche buena y todos acaban de cenar. Unos hijos se dejan ir por los cuartos, otros salen a la acera. Ambos padres se quedan terminando de limpiar la cocina y de reubicar objetos mal puestos por el resto de la casa. Así pasan hasta media noche cuando sin llamado todos acuden a la sala. Con tranquilidad, E. viene con los regalos. Sus hijos miran abiertos. Cada uno recibe en las manos lo que quiere y nunca pidió por escrito o a voz. E. les dice quién hizo de niño Jesús ese año.
Los niños extrañan que los aparatos vengan sin sus cajas.
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