80. Nadie mira rostros de frente

Atento a las botellas recién puestas en la mesa, el bufón sostiene un cigarro que se camufla con su cuerpo. El cigarro conforma una sola opalina con el algodonado del traje y la cera del rostro: blanco rasguñado de rojo arriba de las cejas y debajo de los párpados inferiores. El coronel al frente del bufón da la espalda. Tiene sentado tan recto que las espuelas de sus hombros conforman la línea horizontal de la vista azul-montañosa del balcón al fondo. Se le ve en media luna la calvicie operando en radio redondo contra el castaño. A la izquierda del coronel, señalando con el cigarrillo en los labios al bufón, el poeta. Le decimos así por su boina, que de lado tapa el ojo derecho. Y por su barba, que rojiza, forma barbilla de chivo flaco. Ninguno mira a la dama que sigue en pie al lado derecho del bufón, al izquierdo del poeta, al frente del coronel. La mujer tampoco mira a nadie. Dirige el rostro, alzado, hacia nosotros mas no mira. Le cae brillo en el tabique. Tiene ojos negros, cabello oscuro, corto, cuadrado, del que cuelgan joyas largas, delgadas, con brillo lila. Le sobresalen pómulos sonrojados, puntiagudos. Lleva los labios muy gruesos porque muy rojos. La piel es pálida, casi pertenece al ópalo que es el bufón. Un vestido verde bosque le aprieta los senos y por la pose erguida, de cisne, se hacen voluminosos desde la parte alta de pecho. La curvatura baja de los senos se tapa con la media luna de piel del coronel. Alrededor de ellos hay otras mesas. A la izquierda un hombre dándoles la espalda de brazos cruzados, con gorra, bigote delgado, perezoso, y de brazos cruzados. A la derecha una pareja que mira al centro, tampoco miran rostros de frente.

© 1914 Edward Hopper - Noite azul

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