79. De regreso

Van por la cuadra principal. Un sendero aparece diagonal a la izquierda. Hombre y mujer ingresan en él despacio, aguardando que la niña también siga sus pasos. De mirar a los peatones abstraídos en el cemento, la niña pasa a mirar la mirada de su padre. Dirige los pasos hacia ellos. Llena con su mirada las copas de los árboles de alrededor. Sus pasos vuelven a ser parcos. Los troncos la dirigen hacia arriba, más arriba, hasta encontrar el azul cielo algodonado. La cabeza inclinada espera que el viento acaricie la piel aterciopelada, correcta, pulpa. La caída libre de las semillas desde la copa de los árboles le baja la mirada. Regresa al suelo y ve a sus padres adelante. A cada par de pasos su papá gira a supervisar. Su mirada regresa a los árboles pero sus pensamientos ya no son de la seducción pastoril. Recuerda a sus padres de minutos antes frente a la profesora llenando los formularios. Su madre titubeando, mirando de reojo al padre, antes de atreverse a responder las preguntas. Su padre con cejas arcadas, dando la mejor impresión de seguridad. Ella, la niña, al principio libre, vital y adelantada a responder las preguntas. Luego, sometida en el nudo de tensiones que cruzaron las expresiones apretadas, rígidas, de los padres. Recuerda a la profesora de la entrevista animando la confianza, refiriendo asuntos generales y serios e incluyendo al fin a la niña. “Deben estar pendientes del anuncio con los niños que clasifican. Es la próxima semana. ¿Y tú tienes un calendario? Es bueno para las tareas”. Vuelve su mirada sobre el sendero. Siente los árboles taciturnos a ambos lados, a su padre adelante, siendo antorcha de camino. “Entonces necesito un calendario para poner equis” pregunta la niña. “Sí, para saber los días”, responde el padre.

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