77. Modestia

Asumes que esa persona no llegará. Enumeras razones que te aseguran lo conveniente del desplante que recibes. Ahora tendrás tiempo de ir por la bicicleta donde la dejaste anoche por la lluvia, no gastarás pasajes de más al otro día. Podrás ir con la persona a quien le habías ignorado esa misma tarde una invitación a tomar cervezas.

Te paras de la banca del parque para el encuentro que no va a ser. Para llegar hasta ahí te alejaste demasiado de las rutas de bus que sueles utilizar, las que podrían haberte llevado directo hasta donde tu bicicleta. Miras alrededor y la cantidad de carros de la avenida te desgastan las aún potenciales ideas para enmendar y llegar a donde debiste dirigirse desde el principio.

Ves un rostro conocido al que nunca has dirigido ni el saludo. Saludas y preguntas cómo llegar a donde necesitas. Sabes que volverás a ver el rostro, pero que no intercambiarán más ni la mínima locución verbal.

- La trescerocinco. Pasas a la vía del frente y ahí te queda.

El semaforo está en rojo y la trescerocinco ya viene a lento avanzar en el trancón. Pasas de vía y pretendes entrar al bus inmediatamente llega a tu lado. El conductor te señala al frente y arrancas a trotar buscando desesperadamente un paradero de buses. Llegas a la esquina y no lo ves. Preguntas a cualquiera y te dice que más abajo. Bajas y no ves ningún paradero. Después de trotar bastante decides esperar en un semáforo.

Mantenerse de pie. El humo de los motores ácido en las viseras de las fosas nasales. ¿Duelen los faroles de los buses en el reflejo de los lentes como chuzo que entra caliente? Debes esperar que baje. ¿Se acerca lleno de gente? No importa, eleva el brazo, ¿no?

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