71. Relato por las tangentes (ii)

...en un solo tembleque y si tomo un poquito de agua luego de inmediato la vomito y cuando vuelvo a salir siento que los carros quieren tumbarme para secuestrarme y que por eso todos quienes están por ahí piensan que soy un delincuente y cuando les miro me evitan la mirada o me echan de las aceras a empujones y eso a mí me pone triste el resto del día así ya sepa que es puro efecto químico del cuerpo, aunque me demoré varios desayunos para caer en cuenta, además que pesar la verdad de la abuela que después cualquiera me vea salir de la casa y le cuente a los hijos de ella y que después todos en corillo se vayan contra ella, y ahí sí es donde me toca hacerme matar, que una persona por hacer bien termine perdiendo es lo que más me duele hermano, ¡no jodás, esas cosas que no pasan sino en este universo!, entonces más bien yo salgo calladito sin que ella sospeche y hago lo mío, lo llamo la ruta, paso por esta calle primero mirando qué hay por ahí que me sirva, en la acera de ahí al frente por ejemplo, ¡ha!, si llego temprano, encuentro algunos mochitos de porros y las voy guardando en una bolsita, las que están mojadas en otra bolsita para ponerlas a secar después, y con las secas me armo un lillo para irme más concentrado hasta el barrio Santa Fe viendo todo lo que sirve para hacerme algunos pesos, la otra vez iba tan intranquilo que casi le paso de largo a unos tarros de aceite que estaban en esta esquina de abajo y siempre son quinientos pesos por cada uno, hasta a veces me sobran lillos para venderle a alguno que otro loquito de por...

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