58. Ladrar

Retumba tablas de madera al golpearse unas con otras. Sube por las paredes el retruque de una mesa sobre el suelo, y, más ahogado, se siente el retruque de varias sillas. Se escucha el prolongamiento del retantár de un latón y de inmediato su enmudecimiento por el motor que el latón cubre en cubo. De inmediato un silbido amable pero alertante se dirige al gordo Simón, para poder pasar con lavadora por el pasillo, supongo. Se siente esfumarse los objetos, se escuchan nuevas rutas de aire por dentro de la casa.
         Me asomo a la ventana y veo un camioncito parqueado. En él se amontona entre capas de cobijas de la lana todo el moblaje. La casa queda vacía, las paredes ya no tienen con qué absorber los sonidos y ahora cualquier ruido rebota y retumba por segundos. El camioncito se va llenando, en su volco se juega a una especie de tetris hasta terminar lleno. A excepción de un buen espacio para Simón.
         Hoy se muda Simón. Pronto será Maggie, seremos nosotros los del segundo piso. A Simón se le ve irse tranquilo, con la tranquilidad particular de un can obeso. El camioncito se pone en marcha. Cuando desaparece en la curva atiendo a una preocupación que presentí en la mirada tranquila del can.
         Cuando se mueve un mueble Maggie ladra y ladra. Quizá porque el mueble se desnaturaliza de su entorno y lo ve desconocido, amenazante, o quizá Maggie siempre lo ha notado y ladrando brega por que regrese a su sitio. De ser esto último, Simón me deja con asaz desazón. En unas horas su mirada tranquila quizá cambie a triste, cuando sus ladridos no puedan bregar por el regreso de lo cotidiano.
         Maggie saca la cabeza por la ventana y empieza a ladrar, ladrar y ladrar… 

Comentarios

  1. !Casi que no! Me gusta la voz del narrador, la descripción del lugar vacío, el sonido que ya no tiene donde ser! Feliz regreso al reto.

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