57. La cita eterna

Necesitamos que el vigilante pase sin que ellos dejen de besarse y capturar la imagen cuando éste esté a punto de salir por la derecha del enfoque, cuando la llanta delantera de la monareta que empuja esté por fuera. El vigilante no se quedará mirando a la pareja. Tampoco estará mirando sus guantes sobre el timón. Tampoco se sabrá si atisba el andén a su izquierda. Su rostro se mostrará de perfil, oscuro, bajo la sombra de la gorra. Como la lámpara quedará en la mitad de la imagen, iluminará la parte trasera de la gorra. Se verá cómo el clásico corte castaño entra en un abrigo que baja casi hasta los tobillos. Y en el abrigo como fondo azul oscuro, la nieve veteada en los hombros unirá brillos con el cabello, y, esperemos también, con el brillo en media luna de la oreja. Y la izquierda de la lámpara, la pareja en su cita eterna. El hombre tendrá los brazos en la cintura de la mujer. Ella reposará los suyos en los hombros de él. A este apenas se le podrá ver el cráneo: detrás, el desvanecido del corte de cabello, desde la coronilla, el partido del peinado en perpendicular a la sien. Al rostro lo tapará la cabeza de la mujer, que con una manta carmesí se cubre totalmente. La manta entrará al abrigo color cartón. Al cinturón que cierra este abrigo lo tapará los guantes y las mangas de la chaqueta camuflada del amante. Las botas de este estarán empolvadas de ladrillo más que de cemento. Polvo del muro que custodia como fondo a la eterna cita. A la derecha del muro, de la sombra de lámpara, habrá afiches viejos de hombres armados, en la izquierda, un afiche intacto, de fondo blanco y líneas amarillas, anaranjadas, verdes…
© 2005 Paolo Ventura

Comentarios

  1. ¡Y qué regreso!

    Buenísima la écfrasis. No conocía al fotógrafo, está muy chimba.

    Un abrazo, Pablo, sigo haciendo vueltas, apenas las termine, nos pagamos las pastas.

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