Necesitamos que el vigilante pase sin que ellos dejen
de besarse y capturar la imagen cuando éste esté a punto de salir por la
derecha del enfoque, cuando la llanta delantera de la monareta que empuja esté
por fuera. El vigilante no se quedará mirando a la pareja. Tampoco estará
mirando sus guantes sobre el timón. Tampoco se sabrá si atisba el andén a su
izquierda. Su rostro se mostrará de perfil, oscuro, bajo la sombra de la gorra.
Como la lámpara quedará en la mitad de la imagen, iluminará la parte trasera de
la gorra. Se verá cómo el clásico corte castaño entra en un abrigo que baja
casi hasta los tobillos. Y en el abrigo como fondo azul oscuro, la nieve veteada
en los hombros unirá brillos con el cabello, y, esperemos también, con el
brillo en media luna de la oreja. Y la izquierda de la lámpara, la pareja en su
cita eterna. El hombre tendrá los brazos en la cintura de la mujer. Ella reposará
los suyos en los hombros de él. A este apenas se le podrá ver el cráneo: detrás,
el desvanecido del corte de cabello, desde la coronilla, el partido del peinado
en perpendicular a la sien. Al rostro lo tapará la cabeza de la mujer, que con
una manta carmesí se cubre totalmente. La manta entrará al abrigo color cartón.
Al cinturón que cierra este abrigo lo tapará los guantes y las mangas de la
chaqueta camuflada del amante. Las botas de este estarán empolvadas de ladrillo
más que de cemento. Polvo del muro que custodia como fondo a la eterna cita. A
la derecha del muro, de la sombra de lámpara, habrá afiches viejos de hombres
armados, en la izquierda, un afiche intacto, de fondo blanco y líneas
amarillas, anaranjadas, verdes…
© 2005 Paolo Ventura
© 2005 Paolo Ventura
VOLVISTE!!!
ResponderBorrar¡Y qué regreso!
ResponderBorrarBuenísima la écfrasis. No conocía al fotógrafo, está muy chimba.
Un abrazo, Pablo, sigo haciendo vueltas, apenas las termine, nos pagamos las pastas.