Manteniendo el modo flujo de escritura en que ahora
galopo, hay dos caminos posibles para concebir el relato de hoy. Un camino es
asumir el reto temático sugerido por @nanabuiles “confesiones de borracho”. Con asumir me refiero a tratar de
realizar un relato con inicio, nudo, fin; a que tenga un narrador concertado.
Una desventaja de este camino podría ser el sometimiento al azar de una posible
mejor calidad de relato, ya que el tiempo de planeación es hasta llegar al
séptimo dieciseisavo de la página. Les informo: voy en cuatro dieciseisavos.
El segundo camino es dejar fluir la escritura y asumir esto, este trayecto cabalgado,
como el relato de hoy. Tomándose la segunda opción no sabemos a qué vamos; no
se puede sopesar opciones. ¿A lo surreal? De escoger lo segundo es recomendable,
al pasarlo a digital, dar ¿qué tanta edición a este texto? y reconocer lo
pésimo del flujo de escritura, en que galopo. ¿Qué elijo?. Voy quemando
letras-tiempo. ¿Qué hago: escribo un relato tradicional, de un solo tirón, a
desde el séptimo dieciseisavo, o, también en flujo de escritura, concibo un relato
irregular, incatalogable, trastornado, con esquizofrenia entre sus diferentes niveles
de metaficción; -fea palabra metaficción- digamos, en últimas: un relato con
conciencia de la conciencia de su conciencia-? ¡Piratas! Me he pasado tres dieciseisavos.
¿Sí fue yo quien decidió por mí?; ¿es esto gesto de qué?, ¿anarquía?; ¿se cumple
entonces la opción dos?; ¿es camino mediocre? Galopo. Una marea azul, tejida
finamente con letras diminutas, se adueña en el momento de nueve dieciseisavos
de la página. El trazo que teje de letras la marea azul va sin rumbo, sin decisión.
Fue parte de voluntad ajena, pretendió escoger entre dos opciones y no decidió,
mas participó y con tejer le bastó. Al menos respetó las trescientas palabras.
Me gusta el segundo camino!
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