34. Relato sin "fábula"

Llegó la ocasión en que L. se dio cuenta de su absurda evolución desde que enfocó su vida, tanto material como intelectual, hacia algo mejor. Este pragmatismo le hizo olvidar la otra parte de su totalidad: la espiritual.
         Lo absurdo es el ensimismamiento por vivir en una polaridad de su ser. El problema al que se enfrenta L., no es la falta de esa otra mitad que deja de proporcionar ese modo de vida, sino, en primer lugar, la indiferencia que se alimenta de banalidades y de acumular riquezas e intelecto, segundo, la cáncer que ocasiona a la mente la falta de administración del acontecer: la degradación que acomete, con el tiempo, el cúmulo de asuntos no digeridos sino pasados, dentro de la mente, a un segundo orden y que a veces se tornan incontinentes.
         Entonces es normal que llegue este momento en que  L. ve, por un lado, que esta concepción llanamente humanista ha sido una motivación para realizar actos de avaricia sin una congruencia lógica en su interior y, lo que él no ve, es el almacenamiento en el subconsciente de sentimientos y conocimientos —a veces lacerantes y penosos— que surgieron durante el frecuentar hábito pragmático que lo ha estado dominando.
         ¿Qué lógica encuentra L. entre todas las aglomeraciones que ha realizado?, ¿hace falta una concepción espiritual para dar un sentido congruente a aquellas pilas de conocimiento, y a lo material, dentro de su vida materialista?, ¿qué tanto  se desenfrenan las posibilidades de una vida cuando se prende amontonar experiencias y conocimientos sin un filtro que las caracterice e hilvane en la mente?, ¿qué tan humano es L. que decide prescindir de una de estas maneras de llevar su vida?
¿Qué tan sano es ignorar los sentimientos desagradables y pasarlos a una recamara donde quedan sin consentimiento?

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