24. Flotan alrededor razones para preocuparme la existencia

La edad se esparce dentro de los huesos, circula por el pellejo, hace custodia en los pulmones. La edad descansa en todos los rincones de este cuerpo cansado, y, cuánto me cansa caminar. Mas, lo que sea por unos tantos cigarros.
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         ¿Así de mal vendedora soy? ¡Ni 
una mísera venta! Mañana, a vérmelas con don Enrique. Pero mañana.
         Ya de qué va darle vueltas a eso.
         Es momento, tranquilidad.
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         Esta vez la única diferencia es un silbidillo al exhalar, como si estorbara una bola de pelos en la tráquea. Ya qué va, muy viejo para ponerme de improvisador. Me quedo con este hábito, con este lugar.
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         Pensándolo bien, y por más razones que justifiquen mi rato de  despreocupación, llegue a tiempo o no, esté o no Francisco, me rodean más razones preocupadoras.
         Haré un paréntesis de poco tiempo.
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Por qué le dicen parque si solo es un senderito en forma de lombriz demacrada rodeado de bancas, dos a cada lado, y par de árboles. Solo un sendero, es bonito…
         Mi costumbre a cambio de una pequeña fatiga. Ni que fuera la primera vez que vengo caminando desde casa hasta acá.
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Qué lugar tan olvidado, unas cuantas bancas con la madera casi podrida y en el piso sólo basura. Sin cuidado caigo como una foca al piso… maldito periódico.
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Será terminar este cigarrito e irme.
         Pero, pero cómo se le ocurre taconearlo, lo rompió, iré por él. ¡Uhh, no! Que lo traiga. No, no, sólo un segundo de impulso para estar de pie.
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         Para lo único que podrás servir, maldita basura. Pero qué ventura la que me traigo ¿no? Me largo mejor a donde Francisco. Esos mitos… dizque que una diarreica paloma es de suerte.
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         ¡Pero de qué me he enmugrecido las manos!

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