17. B., otro dostoyevskiano (o kafkiano, o vilamatiano, o etc.) personaje de este juego de escritura, está sentado frente a su padre

B., otro dostoyevskiano (o kafkiano, o vilamatiano, o etc.) personaje de este juego de escritura, está sentado frente a su padre. Tienen otro típico, pacifico, fugaz, casi brumoso, encontrón. A B., tan ensimismado en sus estudios que ha desautomatizado de sí todo tipo de relación intrafamiliar, y a su padre, tan ensimismado por conseguir dinero –exactamente, por ser canal de flujo económico- que ha desautomatizado de sí todo tipo de relación intrafamiliar, los congrega a conversar un sentimiento nada filial y un plato de lentejas.
         –¿Usted qué hace cuando no se aguanta?
         –¿Cómo así? –dice B. mirando el plato.
         –Cuando está desesperado.
         –Salgo – dice B. revolcando el caldo humeante formado en el perímetro.
         –Cuando nada le sale.
         –Salgo, salgo –quedarse encerrado le multiplica el desespero, piensa decirle.
         –Deberíamos ir a Póquer – ahora mirando a su papá.
         –¿A apostar la cédula? –dijo y bajó la mirada al plato.
         –No. Es un negocio más.
         –¿A apostar la cédula? –sin atrever alzar la vista hacia B..
         –Pues nada se tiene, no mucho se pierde.
         –Apostar lo que se tiene… ahí sí se suicida uno.
         –¡Llegamos con la fe! –dijo B, con la palabra «suicidio» viniendo de frente, retumbante, desde su padre y en casi primera persona.
         –Prefiero irme para el monte.
         En vez de insistir, B. prefiere enfrentar el prolongado terror que le es un plato de lentejas. Su padre boga el plato de cuatro tragos seguidos. B. recuerda que a los niños se les da sopa tapándoles la nariz y obligados a abrir la boca para respirar le ingresan una cucharada. Su padre se pone de pie.
         Prefiere B. que le pudieran hacer eso, que viniera su mamá, o su mismo papá, y lo obligara a terminar con las lentejas. Pero eso no pasa, y, contra su voluntad, sin gusto, también boga.