4. No sé por qué hay vuelos a las dos a eme

Dos a.m y qué gracia que me devolviera o parara en pleno puente. Alguien al otro extremo se me hacía sospechoso. Sobre una moto, inclinado a la derecha, de chompa ancha. Apreté los frenos y calculé pasarle ágil por el lado izquierdo. A poco más de metro vi que sostenía el brazo contra un perro, como conteniéndole.
         Al rebasarlos mire al animal, que muy rígido, enfocaba hacia adelante. Tenía los ojos rojos e inmediato le cambiaron a amarillo. Parpadeé y fue naranja. Enfoqué de nuevo, fue verde y desaparecieron.
         Vi al hombre acelerar y avanzar a la retaguardia del animal por todo el carril de bicicletas hasta perderlos de vista. Aceleré pensando volver a verlos en el semáforo de la próxima intersección.
         Todo fue en vano. Cuando llegué al semáforo los veía ya diminutos al fondo, corriendo paralelo al aeropuerto, reconociéndolos por la luz titilante de la moto. Empecé a pedalear más rápido. Miré los cambios de la bicicleta y no había mayor tracción. Volví la cabeza al frente buscando la lucecita titilante. Estaba solo la vía, naciendo de la oscuridad, mostrándose como un triangulo estirado al infinito. No dejé perder el impulso y seguí adelante.
         El ritmo me duró cien metros más, hasta que sentí fría la punta de los dedos. Me tocaba inhalar con mayor fuerza y anchar las costillas, acosando el ingreso del aire. Pedaleé con calma, sin desconcentrarme de la respiración.
         Rebasé una caseta y vi en la sombra que proyectaba al hombre y al perro. Pasé atento, mirando desde el rabillo del ojo. No se movían. Solo había miradas rígidas. De repente empezó a crecer un ruido estrambótico. Me detuve y al dar media vuelta ví al perro, custodiado por la luz titilante, regresar como si tratara de alcanzar al avión que apenas se elevaba. 

Comentarios

  1. Qué escena tan bien lograda. La noche, las luces, el perro, la moto, el avión, la respiración. Muy vívido todo.

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